A veces, la gran mayoría de las veces, en la vida es necesario humanizar al enemigo . Los creadores de la ficción saben lo crucial que es que el espectador entienda por qué actúa de tal manera el malo de la película, comprenda sus emociones y, sobre todo, sus motivaciones.
Las redes sociales no son un film. A menudo, incluso ni siquiera representan la realidad de las relaciones en la vida real. ¿Por qué? Porque no siempre vemos a la persona con la que hablamos, simplemente nos hacemos una idea preconcebida y los prejuicios priman sobre los detalles que definen la complejidad del que consideramos contrario. No tenemos contacto piel con piel, ni mirada con mirada. La abreviatura arrasa con los matices y, por tanto, no vemos lo que nos une y es fácil atender sólo a lo que nos separa.
De hecho, uno de los problemas latentes de nuestro tiempo estriba en la rapidez con la que se consumen plataformas como Twitter. La información se asume a tal velocidad que la pasión gana a la razón . Y, como en cualquier otro lugar, siempre nos fijamos más en aquello que nos incordia, nos molesta, nos indigna. Le damos más peso. Aquello que nos ofende nos moviliza tanto que lo retuiteamos y comentamos para, finalmente, terminar siendo altavoz de lo que pretendemos frenar y con lo que no estamos nada de acuerdo.
Un ejemplo reciente. El cómico Arévalo suelta unas declaraciones homófobas en la versión Deluxe de Sálvame. "Un hombre de verdad es un hombre que no es gay", dice. Y rápidamente se viraliza una imagen del momento, con la frase de Arévalo sobreimpresionada en pantalla. Fuera del contexto de Telecinco, la imagen se mueve hasta dar una autoridad al personaje que dentro del programa no tuvo. Se emponderó su declaración en Twitter y hasta se proyectó desde las propias redes sociales como algo relevante. Cuando hace mucho que Arévalo no es relevante... en nada.
La declaración indigna, se hace grande . Muchos tuiteros se lanzan a rebatir la frase del cómico, poniendo un tuit solemne que a su vez pretende conseguir muchos retuiteos. Y los medios de comunicación se contagian, ya que el titular polémico se mueve mejor en redes sociales que aquel que aporta y contextualiza . Es la pescadilla tuitera que se muerde la cola y consigue que todos nos enteremos de que se la ha mordido. Porque aún no sabemos utilizar Twitter.
Al final, todos estamos aprendiendo a utilizar las redes sociales al mismo tiempo. Y todos cometemos errores en su uso. La prisa por responder en tiempo real y opinar de todo no puede aplastar la reflexión de preguntarse quién está detrás de esa declaración que molesta y si de verdad merece que le rebatamos , dándole más importancia de la que tiene que en realidad es ninguna. ¿De verdad a alguien sorprende que Arévalo sea retrógrado? La noticia, si acaso, sería que dijera algo sensible con nuestro tiempo y acorde con 2021.
Pero este modus operandi de las redes hace fuerte a aquellos que buscan rentabilizar el enfrentamiento social, y ellos lo saben y lo explotan. A través de la táctica del frentismo ponen en la agenda pública temas que ya ni siquiera lo estaban . Y así se da alas a los discursos de odio y retroceso. Y Twitter nos hace creer que son más mayoritarios de lo que son.
Y, mientras tanto, en ese choque constante se van creando burbujas de intereses en común de los usuarios de las redes sociales. Se anula al espectador crítico para fomentar la propagación del usuario creyente, ese que en Twitter siempre encuentra aquello que quiere leer.
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